Posts

Kai-sanova

Image
  Con su mirada de “no rompo ni un plato”, Kai sabía cómo ganarse a sus humanos, pues aunque pareciese ser muy dulce y majete ¡vaya travesuras montaba este perrete! Por las mañanas despertaba fresco como una lechuga, como si hubiese dormido 10 horas seguidas, mas sus humanos no pensaban lo mismo, pues mala noche han tenido, porque si Kai en su camita no estaba arropado ¡montaba un escándalo!.  Daba igual si por debajo de la manta, fuese la pata o la cola lo que se asomaba, Kai a sus humanos, a ladridos, los llamaba para que con la manta lo arroparan. Daba igual si fuesen las diez de la noche o las tres de la madrugada. Y ya despierto y con sus patas estiradas, junto a sus humanos el desayuno tomaba: comía pienso, aunque mucho no le gustaba, así que, a veces a escondidas, de la nevera la crema catalana se robaba. Después de tomar el desayuno, los humanos se van a trabajar, mientras Kai se queda en casa haciendo lo que más le gusta: ¡Jugar! Jugaba a morder calcetines, a saltar en la cama

Un corazón para Aretha

Image
 Cuando el sol empezaba a brillar, Aretha salía de su escondite para ver los coches pasar. A veces escuchaba los claxons y otras veces escuchaba familias cantando lo que sintonizaba la radio. Otras veces veía como los autos iban muy rápido y otras muy despacio, pero nunca veía que alguno se detuviera a su lado. Aretha soñaba con el paso del día que en algún momento un auto se detendría: Alguien se bajaría, la miraría a los ojos, la acobijaría. Lo que más deseaba nuestra amiga era que, por fín, alguien la querría. Pero a medida que despuntaba el atardecer los sueños de Aretha se empezaban a desvanecer: perdía la esperanza de un día ser amada. Y con cada desilusión que desprendía un pedacito de su corazón se rompía. Regresaba a su escondite con la colita muy baja.  Y se echaba en su vieja manta, con las patitas cruzadas. Y en ellas su cabecita apoyada. Y así pasaba las noches, esperando el alba de un nuevo día. Pero una mañana todo cambió: Sentada en la misma acera, donde siempre veía lo

La Cuchipanda

Image
  ¡Es la hora de la cuchipanda!, la hora en que los humanos salían del trabajo para llevar a sus amigos peludos al parque donde se divertirían toda la tarde. No había perro en el vecindario que no se emocionase cuando la cuchipanda estaba cerca, pues todos en sus casas esperaban sentados en las puertas a que sus humanos los sacasen a dar una vuelta y una vez encontrándose todos los amigos en el parque, ¡no había nadie que los juegos y la alegría parase! Pero como siempre hay una excepción a toda regla, había un perrete que no disfrutaba de la fiesta: el pequeño Bosco era un perrito muy tímido, y a veces un poco gruñón, pues siendo muy cachorro, los perros adultos lo chincharon un montón. “Que tiene orejas de asno”, “que tiene cola de gato”, “que sus patas son chiquitas”, “que pequeña naricita”.  Tantos años de mofas hicieron que al pobre Bosco le gustase estar a solas y aunque sus humanos al parque lo llevaban, él, de lejos a la cuchipanda contemplaba. Una tarde soleada, mientras Bosco

Un ladrido en Navidad

Image
  - ¿Llego tarde? - Nunca es tarde para quienes siguen creyendo. - ¿Y los regalos? - Todos repartidos. - Entonces sí llegué tarde… El hombre de las Barbas Blancas se agachó para consolar a su amigo. - No Choco, no has llegado tarde.  - ¡¿Pero qué dices?! Si Nochebuena está a punto de terminar.  - Pero todavía queda mucho por celebrar. ¿Te ha gustado tu regalo? - No podía ser mejor. Aunque me siento algo triste. - ¿Por qué lo dices? - Porque te fuiste con los otros renos y no esperaste por mí. El hombre de las Barbas Blancas se sentó en el suelo, dejando que su amigo se recueste en su regazo. - ¡Choco amigo peludo! Si tu sueño era recorrer el cielo con los renos, me disculpo por no cumplir tu deseo. Pero tienes en tu interior un sueño más profundo que el de tirar mi trineo. - Sé que soy grande y veloz, cariñoso y juguetón. No tendré astas ni una nariz roja y repartir regalos junto a ti habría sido un honor, sin embargo esa no era mi petición. El hombre de las Barbas Blancas le sonrió -

Monty y el tesoro escondido

Image
  Cuentan los viejos marineros que en algún lugar del planeta hay un tesoro escondido y que sólo aquellos quienes tengan un corazón noble podrán encontrarlo, porque son los únicos que sabrán apreciar su verdadero valor. Fueron muchos los hombres que intentaron buscar ese tesoro, pero ninguno lo pudo encontrar… Así que Monty pensó que él iba a ser el primero en conseguirlo. Lo que ocurre es que Monty no era como cualquier otra persona, de hecho, ni siquiera era un humano: era un perrete muy juguetón que le gustaba hacer travesuras un montón. Vivía en una vieja caja de cartón debajo de un banco en el parque con su amiga Petunia La Pulga, quien siempre lo acompañaba en sus aventuras. A Monty le gustaba correr tras los niños en el parque por las tardes o jugar a la pelota con ellos y por las noches, cuando los niños se iban a sus respectivas casas, Monty regresaba a su caja con Petunia, quien antes de dormir le cantaba una canción de cuna, pues para Monty, Petunia, más que una amiga, era s

El sueño de Popi

Image
  Sentado frente a la puerta, Popi esperaba cada tarde su paseo diario. Era un perro muy juguetón que vivía en un refugio con otros amigos peludos.  Todavía no había sido adoptado pero dos humanos que vivían cerca, lo pasaban buscando cada tarde para dar una vuelta. Y cada paseo con estos humanos eran una gran aventura, porque corría y saltaba por los parques y, a veces, hacía travesuras. Lo que más le gustaba a Popi era que en cada paseo los humanos le contaban un cuento: unos eran de piratas en el mar, otros de vaqueros e indios, pero el cuento que más le gustaba era el de los humanos que podían volar. Los humanos le contaban que tocaban las nubes en el cielo y a veces llegaban hasta las estrellas, que podían cruzar continentes y llegar tan lejos como ellos quisieran. Cuando acababa el paseo, Popi regresaba al refugio con ganas de compartir con sus amigos peludos las historias que le contaban los humanos. ¡Le encantaba hablar de todas las aventuras que ellos vivían! Y por supuesto, l