El sueño de Popi

 Sentado frente a la puerta, Popi esperaba cada tarde su paseo diario. Era un perro muy juguetón que vivía en un refugio con otros amigos peludos. 

Todavía no había sido adoptado pero dos humanos que vivían cerca, lo pasaban buscando cada tarde para dar una vuelta. Y cada paseo con estos humanos eran una gran aventura, porque corría y saltaba por los parques y, a veces, hacía travesuras.


Lo que más le gustaba a Popi era que en cada paseo los humanos le contaban un cuento: unos eran de piratas en el mar, otros de vaqueros e indios, pero el cuento que más le gustaba era el de los humanos que podían volar.


Los humanos le contaban que tocaban las nubes en el cielo y a veces llegaban hasta las estrellas, que podían cruzar continentes y llegar tan lejos como ellos quisieran.


Cuando acababa el paseo, Popi regresaba al refugio con ganas de compartir con sus amigos peludos las historias que le contaban los humanos. ¡Le encantaba hablar de todas las aventuras que ellos vivían! Y por supuesto, lo que más le gustaba contar, era que sus humanos podían volar.


- “¡Qué locura! ¡Qué tontería! ¡Los humanos no vuelan!” - le dijo una perrita pequeña.


- ”¡Claro que sí! - le contestó Popi - “Mis humanos pueden volar y yo algún día también podré hacerlo, ¡porque ese es mi gran sueño!


- “ Te faltan unos cuantos tornillos” - le dijo un perro grandullón - “Sólo pueden volar las aves, algunos insectos y los pajarillos”.


Popi se sentía muy triste porque sus amigos le decían que no cumpliría su sueño… Así que, con la colita entre sus patas se marchó a echarse en su jaula. Antes de quedarse dormido, se le acercó un perro abuelete que le dijo con dulzura:


- “No estés triste, Popi, eres joven y con toda la vida por delante, así que en algún momento cumplirás tu sueño y sin darte cuenta estarás tocando el cielo. Es hora de dormir, cierra tus ojitos y a soñar con los angelitos”.


¡Y vaya que sí soñó con los angelitos! Pues al día siguiente una gran sorpresa había recibido: como cada tarde, en la puerta del refugio esperaba a sus humanos, sólo que estaba vez no daría un paseo, sino que se iría a casa con ellos, ¡pues había sido adoptado!


Mientras estaba camino a su nuevo hogar, empezó a imaginar cómo sería su nueva casa: “seguro estará llena de alas mágicas que hacen a mis humanos volar. Y tal vez tengan algún paracaídas guardado, por si tienen alguna emergencia y deben utilizarlo”. “¿Y si en vez de alas vuelan con un cohete en la espalda? ¡Eso me gusta más! Volaría tan rápido ¡como una estrella fugaz!”.

Cuando llegaron a la casa, ¡Qué sorpresa Popi se llevó! Porque por más que buscara en cada rincón, ni alas ni cohetes encontró. Olfateó toda la casa: las habitaciones, el salón, el baño y el comedor, pero por más que buscaba, no había ningún rastro de que sus humanos volaban.


Popi estaba triste, pues tal vez sus amigos en el refugio tenían razón: los humanos no podían volar, ¡vaya qué decepción!


Sin embargo sabía que sus humanos eran muy especiales, pues con él hacían un montón de actividades: iban al campo donde Popi corría ¡como un caballo! O dormían bajo el cielo estrellado, cubiertos con mantas, muy abrigados.


Y a pesar de estar muy contento con todas las cosas que con sus humanos hacía, Popi seguía soñando que algún día volaría.


Hasta que un día…


Una mañana sus humanos muy temprano se despertaron y después de haber tomado el desayuno, le dicen a Popi que tenían un plan muy especial. Para Popi, todos los planes eran especiales, porque disfrutaba pasar el tiempo con ellos, sea en la playa o en casa, hiciese sol o estuviese lloviendo (incluso con rayos y truenos).


Pero esta vez no fueron a la playa ni a la montaña, sino a un lugar que tenía carreteras muy anchas y muy largas, y al fondo, a lo lejos, se veían unos edificios muy raros con formas ovaladas.


De repente, Popi vio que de uno de los edificios salía una enorme ave de metal. “¡Qué animal más raro!”, pensó Popi, “nunca había visto algo igual”. Pero cuando más se acercaban a ese espeluznante pájaro, Popi se daba cuenta que no era un animal y de repente de emoción empezó a temblar.


“ES UN AVIÓN” ladró con mucha fuerza, saltaba, corría, daba vueltas de alegría. Los humanos de Popi eran pilotos de aviones y así era cómo podían volar, y en esta ocasión Popi los iba a acompañar.


Sentado en el avión con el cinturón de seguridad puesto, Popi esperaba el despegue de su gran sueño: los motores ya estaban encendidos y las hélices ya estaban en marcha. Poco a poco sentía cómo el avión se elevaba y veía por la ventana cómo la pista de despegue muy atrás se quedaba. El avión se elevaba cada vez más y más, atravesando las nubes en los cielos más azules. Y Popi ladraba de emoción, pues por fín su sueño se cumplió.


Poco a poco el avión empezó a descender, hasta que en el suelo aterrizó. Popi miraba a sus humanos pilotos con los ojitos llenos de dulzura y para agradecerles esta gran aventura, a cada uno un gran lametón les dio. 


Al volver a la casa, Popi se echó en su camita, recordando lo maravilloso que fue ese gran día. Se sentía feliz porque por fin su sueño pudo cumplir. Pero lo que más le daba alegría, era saber que con sus humanos tenía una hermosa familia, tanto que, aunque estaba profundamente dormido, no dejaba de mover su colita...


----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Historia de Popi:

Si hay algo que me fascinó cuando escribí el cuento de Popi, es que más que fantasía, ¡es real!, pues gracias a su grandes humanos, Sandra y Carlos, Popi siempre ha sido partícipe en las actividades que ellos hacen, incluso volar.


Mientras Sandra y Carlos remodelaban su casa, par de veces visitaron una protectora que quedaba cerca de donde ellos viven. Y cada vez que iban, apenas abrían la puerta de la protectora, Popi ya estaba sentado como “esperándolos”. Ellos paseaban a Popi por la tarde y luego regresaban a su casa, hasta que deciden adoptarlo porque les daba pena mirarlo cómo lo dejaban en la protectora cuando finalizaban el paseo y volvían a casa sin él. 


Cuando Popi empieza a vivir con ellos, Sandra nos cuenta que era un perro con mucha energía: necesitaba correr por todo el patio y que tenían que hacer con él ejercicios de memoria porque no atendía a su nombre cuando lo llamaban; sin embargo se mostraba un perro muy inteligente y obediente, ya que seguía las normas que sus humanos establecían en casa.


Es un perro muy mimado, siempre viaja con Carlos y Sandra: han hecho camping en las playas y en las montañas. Siempre planifican sus viajes en función de que Popi los pueda acompañar (hasta Carlos le hace un menú especial que guarda en bolsitas para dividir sus porciones). 


Tanto Carlos como Sandra se sienten muy afortunados de haberle abierto las puertas a Popi, de haber tomado esa decisión de adoptar aquel animalucho que con tantas ansias los esperaba en el refugio y que ahora es uno más de su familia. Por supuesto, Popi es un perrete con suerte.







Comments

Popular posts from this blog

La Cuchipanda

Kai-sanova

Monty y el tesoro escondido