La Cuchipanda

 ¡Es la hora de la cuchipanda!, la hora en que los humanos salían del trabajo para llevar a sus amigos peludos al parque donde se divertirían toda la tarde. No había perro en el vecindario que no se emocionase cuando la cuchipanda estaba cerca, pues todos en sus casas esperaban sentados en las puertas a que sus humanos los sacasen a dar una vuelta y una vez encontrándose todos los amigos en el parque, ¡no había nadie que los juegos y la alegría parase!


Pero como siempre hay una excepción a toda regla, había un perrete que no disfrutaba de la fiesta: el pequeño Bosco era un perrito muy tímido, y a veces un poco gruñón, pues siendo muy cachorro, los perros adultos lo chincharon un montón. “Que tiene orejas de asno”, “que tiene cola de gato”, “que sus patas son chiquitas”, “que pequeña naricita”. 


Tantos años de mofas hicieron que al pobre Bosco le gustase estar a solas y aunque sus humanos al parque lo llevaban, él, de lejos a la cuchipanda contemplaba.


Una tarde soleada, mientras Bosco estaba sentado al lado de sus humanos, un cachorro se le acercó olfateando con cuidado y cuando vio que Bosco era algo tímido, le dijo:


- Te veo muy solo, ¿quieres jugar conmigo?


Bosco lo miró  un poco desconfiado, pues no sabía si una broma el cachorro había preparado, así que con mucha cautela, le preguntó:


- ¿Qué propones? ¡Espero que no sea una jugarreta!


El cachorro lanzó un ladrido como dejando escapar una risa y con su mirada tierna le contesta:


- Ni jugarreta ni travesura, es uno de los tantos juegos que a todos en la cuchipanda nos   gusta: se llama “esconde el hueso”, un juego entretenido para perros grandes y chiquitos.


Bosco no estaba muy convencido de que aquel juego fuese divertido, pues había que olfatear por todos los rincones encontrando huesos escondidos y al ver que también participaban perros grandes, creía que él no ganaría por ser tan pequeñito, así que sin dudarlo al cachorro le dijo:


- Mejor juego otro día que no estoy preparado. Hay que olfatear mucho y yo no he practicado.


- ¡Muy bien! - le contestó el cachorro - otro día será. Por cierto, no me he presentado: mi nombre es Atom. Y si cambias de opinión, en la cuchipanda te esperaré con ilusión.


Al día siguiente, los perros volvieron a reunirse en la cuchipanda y, como siempre, Bosco de lejos los observaba.


Atom tenía muchas ganas de que Bosco con ellos jugase, así que le dijo a Cora, una perrita muy molona, que a Bosco le pasase su pelota: con el hocico la agarró y de un fuerte impulso la pelota lanzó y esta dando botes en el suelo hasta Bosco llegó. 


Bosco tomó la pelota con sus dos patas y vio que a lo lejos una perrita corría hacia él muy de prisa, dando ladridos que decían “ESA PELOTA ES MÍA” y tanto era el escándalo que la perrita hacía, que Bosco se fue corriendo asustado sin antes escuchar que Cora también a jugar lo había invitado…


Y otro día que los perros en la cuchipanda se reunían, Lolo, un perro muy gracioso, ¡estaba de cumpleaños!, así que aprovechó la ocasión para celebrarlo: trajo tarta y un montón de dulces (porque como bien se sabe, a los perros les encantan las chuches). Y compartió con todos los peludos que esa tarde pasaron un buen rato juntos… Todos, menos uno…


A pesar de la fiesta de cumpleaños que en la cuchipanda se estaba celebrando, Bosco seguía sentado junto a sus humanos en un banco alejados.


A Atom le daba penita que Bosco a la fiesta no se unía, pues él veía en Bosco algo que no se apreciaba a simple vista: era un perro muy cariñoso que, una vez que ganase confianza, disfrutaría ser parte de esa cuchipanda. Lolo pensaba igual que Atom, pues de alguna forma sabía que Bosco era muy majo, y que en algún momento se convertiría en el mejor amigo de ellos.


¿Pero cómo se acercarían a Bosco sin espantarlo? ¡De seguro no como Cora, dando ladridos y saltos, porque aunque no lo hizo con mala intención, ¡Vaya susto a Bosco le pegó!. 


De tanto darle vueltas, a los tres se les ocurrió una brillante idea: si Bosco no quería unirse a la cuchipanda, la cuchipanda se uniría a él. ¡Y así fue!


Poco a poco, a Bosco se le fueron acercando y cada uno, muy despacio, un regalo le iban dejando. Lolo le dejó un trozo de tarta de su cumpleaños, mientras que Cora le dejó su pelota. Atom acercándose un poco más, le dejó un huesito entre sus patas, mientras le decía con su dulce mirada:


- Si no quieres jugar olfateando, también puedes ser quien esconda los huesos, pues siendo un perrete tan pequeño, seguro los dejarás en lugares muy secretos y encontrarlos será para los perros grandes todo un reto.


Lolo también se le acercó un poco más, dejándole al lado el trozo de tarta:


- Hoy es mi cumpleaños y lo que más deseo es celebrarlo con todos los perros del vecindario.


Por último, Cora con su naricita le empujó su pelota:

- Lamento el otro día haberte asustado, pero me emociono mucho cuando con la pelota estamos jugando. ¡Tómala y lánzala muy alto! Ya verás qué divertido será correr tras ella mientras está botando.


Bosco vio que los tres peludos hablaban con sinceridad y que realmente con él querían jugar, así que tomó la pelota con el hocico y andó hasta el centro del parque muy despacito. Estaba un poco asustado, pues no sabía si de verdad con él querían jugar, así que cerró los ojos y lanzó la pelota muy alto. Cuando abrió los ojos, vio que los 3 perros empezaron a correr para ver quién de los tres era el afortunado que la pelota iba a coger. Y cuando uno la cogía, volvía a lanzarla para que otro pudiese atraparla. Y entre todos ellos, Bosco también estaba atento, pues él era parte del juego.


Y luego de jugar con la pelota, Bosco escondió los huesos para ver quién de todos los perros era el afortunado en contrarlos primeros, pues siendo Bosco tan pequeño, llegaba a lugares donde no entraban los perros grandes, haciendo más difícil el juego de “Esconde el hueso”.


Y cuando los perros por fin consiguieron los huesos (que bastante complicado se les había hecho), comieron todos chuches y tarta, dando finalizada esa tarde de cuchipanda. Y Bosco por fin había hecho nuevos amigos, a quienes por su infinita amistad les estuvo agradecidos, pues se fijaron en él cuando nadie más lo hizo.


Así se cierra esta historia, con ladridos y nuevos amigos, pues aunque seamos muy distintos, siempre habrá alguien que una mano (o pata) nos brinde en el camino.


Y aunque la palabra “cuchipanda” suene algo raro, amigo déjame decirte que existe en el diccionario, y no es más que una reunión de personas (o perritos) que se juntar para comer y pasarlo bien, como Bosco y sus amigos, quienes día a día comparten maravillas mientras todos mueven sus colitas.



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Historia de Bosco

¿Saben por qué el cuento de Bosco empieza relatando que a él, de pequeño, otros perros lo molestaron? Pues imagínense vivir en un espacio reducido (tal vez en una jaula), conviviendo con 10, 30, 50 (o más) perros y otros animales al mismo tiempo, donde no tienes las condiciones sanitarias óptimas ni calidad de vida, por lo que día a día debes defender tu espacio y tu comida a cambio de segundos de tranquilidad, en lo que supuestamente debería ser un entorno seguro, así es como Bosco sutilmente podría decir que otros animales lo “chinchaban”, tras unos primeros años de vida en lo que se conoce como “Síndrome de Noé”.


Antes de contar su historia, me gustaría hablar un poco sobre este síndrome, para aquellos quienes no estén familiarizados con esta patología y que entiendan que, por más que nos gusten los animalitos, debemos ser responsables con la calidad de vida que podemos ofrecerles a nuestras mascotas. Aprovecho y confieso que yo no tengo perro en estos momentos, precisamente porque no tengo las condiciones para poder mantener un animal en casa. Mi futuro perro vendrá, eso lo tengo claro. Hasta sé cómo se llamará…


Pero no hablemos de mis planes futuros con mi futura mascota, volvamos al tema: ¿Qué es el Síndrome de Noé? Es un desorden psiquiátrico que consiste en la acumulación desmesurada de animales (principalmente domésticos), sin la capacidad de proporcionar los mínimos cuidados, trayendo como consecuencia la propagación rápida de enfermedades que afectan tanto a los propios animales como a la comunidad donde estos se encuentren. Si quieres conocer más de esta patología, te sugiero visitar el siguiente link: https://www.srperro.com/consejos/salud-perruna/el-sindrome-de-noe-un-problema-cada-vez-mas-frecuente


En cuanto a Bosco, Rosalba y Henry nos cuentan esta hermosa historia:


En el 2015, cuando Rosalba se encontraba en un viaje a Venezuela, ayuda a una de sus amigas a cuidar de su perro mientras organizaban el traslado de este a Colombia. El tiempo en el que Rosalba estuvo cuidando a este perro, le dio pie a decidir adoptar uno. 


A ella y a su esposo les informan que en Ferrol, Galicia, había una protectora que tenían un pinscher y, como querían un perro pequeño (independientemente de la raza), fueron hasta allá para poder adoptarlo. Pero, cuando llegaron al refugio, este perrito ya estaba reservado.


Sin embargo, Rosalba contaba que justo en ese lugar habían muchos perros, los cuales estaban separados por sexo y tamaño, ya que habían sido rescatados de una casa cuyo dueño padecía de Síndrome de Noé y que estaban tratando de organizar a los animalitos para proceder con las adopciones de cada uno.


En la sección de machos, Rosalba nos contaba que habían muchos perros ladrando, excepto uno que estaba en un rincón y este le había llamado la atención a Henry. Lo curioso fue que este pequeño, al verlos, se abrió paso entre todos los perros para acercarse hasta ellos, lo que les hizo saber a Rosalba y a Henry que definitivamente ese era el perro que iban a adoptar.


Al principio fue complicado el proceso de adaptación de Bosco, pues no le gustaba salir de casa, estaba muy aterrado y  no le gustaba estar con otros perros. Poco a poco empieza a ganar confianza y empieza a ser más sociable con otros animales, conociendo a su primer amigo Atom. 


Rosalba nos dice que Atom fue clave en la vida de Bosco, pues lo ayudó a ser más sociable con otras mascotas (aunque a Bosco no le gustan los labradores ni los golden retriever). Empezó a tener más amistades con otros perros con quienes hoy en día mantiene muy buena relación y cuyos dueños se han comprometido también en el cuidado de sus peludos.


Para Henry y Rosalba, Bosco se ha convertido en un miembro más de su familia y de su vida social, pues ellos ya conciben como parte de su rutina el hecho de coincidir con otros vecinos del barrio para compartir una tarde en el parque mientras sus mascotas juegan. De hecho, uno de sus amigos (el humano de Atom) fue quien bautizó a Bosco y a sus amigos como “La Cuchipanda”.


Gracias a personas como Henry y Rosalba, quienes se han comprometido con la mejora y con el bienestar de Bosco, podemos decir que él definitivamente es un Perrete Con Suerte.





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