Un corazón para Aretha



 Cuando el sol empezaba a brillar, Aretha salía de su escondite para ver los coches pasar.

A veces escuchaba los claxons y otras veces escuchaba familias cantando lo que sintonizaba la radio. Otras veces veía como los autos iban muy rápido y otras muy despacio, pero nunca veía que alguno se detuviera a su lado.

Aretha soñaba con el paso del día que en algún momento un auto se detendría:

Alguien se bajaría, la miraría a los ojos, la acobijaría. Lo que más deseaba nuestra amiga era que, por fín, alguien la querría.

Pero a medida que despuntaba el atardecer los sueños de Aretha se empezaban a desvanecer: perdía la esperanza de un día ser amada. Y con cada desilusión que desprendía un pedacito de su corazón se rompía.

Regresaba a su escondite con la colita muy baja. 

Y se echaba en su vieja manta, con las patitas cruzadas.

Y en ellas su cabecita apoyada.

Y así pasaba las noches, esperando el alba de un nuevo día.

Pero una mañana todo cambió:

Sentada en la misma acera, donde siempre veía los coches pasar, alguien se detiene y la mira fijamente.

Si bien el corazón de Aretha estaba hecho pedazos, sus ojos eran relucientes y cálidos:

Su mirada reflejaba aquella galguita llena de dulzura y fantasía, pues de tanto tiempo a la espera de ser querida, Aretha era un ser cariñoso, aunque dolida…

¿Qué tienen los ojos de Aretha que tantas historias albergan?

Esos ojitos cálidos que ocultan su pasado, pero que están llenos de tanta bondad que seguro buenas historias contarán en un futuro.

Nadie podía resistirse a esa mirada y quien la vió en la acera echada no dudó un instante en sacarla de aquella calle.

Aretha sabía que, aunque estaba llena de ilusión, en pedazos quedó su corazón. Pero, como nuestra galguita era fuerte, también sabía que había cambiado su suerte.

Ya la acera no la acobijaba, ni los claxons la asustaban. Ahora vivía en un refugio con muchos amigos peludos.

Aretha se sentía mejor, pero su corazón seguía destrozado, pues había que hacer mucho trabajo para unir nuevamente esos pedazos.

Y así fue:

Un poco de cariño, unas palmaditas en la cabeza, la colita moviendo ¡Toda ella está contenta!

Ya nuestra galguita no corre peligro. Ya no tiene una mirada triste ni sueños perdidos. Ahora está tranquila, ahora tiene amor, aunque un nuevo deseo alberga en su roto corazón:

¡Una familia ha de encontrar! Una familia que la quiera de verdad, aquella que con mucho cuidados pueda reparar su corazón destrozado…

Y pasa los días y las noches en el refugio corriendo, riendo, ladrando. Su corazón mejora, pues ya no está sola.

Y a la hora de dormir, se acuesta mirando las estrellas, quienes en un susurro le dicen a

Aretha: “Ten paciencia, tu deseo se cumplirá. Una familia llegará y tu corazón brillará como lo hacemos nosotras”.

Y con la mayor calma que pueda sentir, se echa, apoya su cabeza sobre sus patitas…

…. Y esta vez se duerme moviendo la colita.



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¡Hoy es el Día del Galgo! (01/02) Y casi no me uno a la celebración, pero más vale tarde que nunca... ¡Y que la fiesta dure todos los días y que se celebren a más perretes!

¿Qué les puedo decir de Aretha?

Este fue el segundo cuento que escribí (el primero fue Nuestro Amigo) y fue el cuento que me dio pie para iniciar este hermoso proyecto. Aún así, ¿por qué después de un año no lo había publicado? Porque cuando lo escribí, Aretha estaba en adopción...

Este cuento nace de la iniciativa de la protectora Adopta Mestizos, donde pidieron que se escribieran relatos de sus peludos para promover la adopción de los mismos y yo me enamoré inmediatamente de los ojitos de Aretha.

Ella fue encontrada por esta protectora en una acera, casi sin energía, pues la pobre sufría de filariosis (para quienes no conozcan esta enfermedad, son gusanos que se alojan en distintos órganos, especialmente en el corazón y pulmones). Una vez que la rescatan, empiezan con su tratamiento y una vez recuperada, la protectora empieza a promocionar su adopción.

Cuando empiezan a publicar los relatos de cada uno de los perros, me llama la atención que muchos lectores se interesan en mi cuento y, lo más bonito de todo, ¡es que preguntan por su adopción a través de él!

Al final su adopción se concretó; lástima que no he podido contactar a quien la haya adoptado, pues me encantaría escribir una segunda parte.

Gracias Aretha por permitirme empezar esta avalancha de cuentos. Definitivamente eres ¡um perrete con suerte!

¿O soy yo la humana suertuda?

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